miércoles, 30 de junio de 2010

Comentarios del 24/02/2007 (“Mr. Denton on doomsday”).

Nota: Estos comentarios contienen “spoilers” (referencias a la trama de películas o episodios de series de TV), así que recomendaría su lectura después de haberlos visto; pues no es muy agradable que nos cuenten la historia por anticipado. Nos encanta llegar hasta el final sin tener la idea anticipada de éste (claro, a veces resulta tan obvio que no hacen falta “spoilers”).

Anoche tuve la oportunidad de ver el tercer episodio de clásica serie de TV “Twilight Zone”, conocida en español como “La dimensión desconocida”. La traducción literal de “Twilight Zone” es “zona crepuscular”; que vendría a ser esa zona de “duermevela”, en la cual suceden cosas extrañas… Este tercer episodio se tituló “Mr. Denton on doomsday”, que podría traducirse libremente en “El señor Denton en el día del juicio”. La palabra “doomsday”, en inglés, podría referirse al día del “Juicio Final” o a una situación tan importante como para cambiar un futuro… El guión corresponde al inefable Rod Serling. Digo inefable porque no ha aparecido hasta ese episodio; aunque, según los créditos, él es el narrador (hay que tomar en cuenta que la serie está doblada al español). De hecho, la puesta en ambiente – los antecedentes – son narrados al comienzo de la acción. Este episodio está ambientado en el “Far West” o, como decimos en español, el “viejo oeste”. Todo comienza un día soleado, cuando un hombre sale de un “Saloon” (Cantina o Bar) como si alguien lo hubiera empujado. Pasa a través de la infaltable puerta batiente y, trastabillando, llega al límite del piso de madera para caer en la tierra de la calle. Detrás sale un grupo de los también infaltables pendencieros del pueblo (o los “guapos” del barrio, como los llamaban la gente de antes); quienes hacen mofa del hombre que, con bastante dificultad, trata de ponerse en pie. El jefe de ellos (un Martín Landau jovencísimo; el mismo de infinidad de papeles como actor secundario y protagonista de la famosa – hace unos cuantos años – serie de Ciencia Ficción inglesa “1999”), con una botella en la mano, le pide que cante y le ofrece un trago si lo hace. El otro – Benton – es el borracho del pueblo. Se levantó a duras penas apoyándose de un caballo amarrado frente al “Saloon”. Comienza a cantar con voz destemplada y el jefe de los burlones le paga rompiendo el pico de la botella en una de las vigas que sostiene el techo, para lanzarla luego al medio de la calle. Todos se burlan y entran de nuevo a la cantina. Benton camina con dificultad hacia la botella rota y bebe de ella lo que puede, derramándosele casi todo el resto de su contenido sobre la camisa. Se deja caer en medio de la calle y queda acostado allí con los ojos cerrados. Resulta que, a poco pasos, un misterioso personaje – que presenció en silencio toda la escena – permanece de pie a un lado de una conspicua carreta negra; la cual tenía anuncios a los lados identificándola como propiedad de un tal Henry J. Fate, vendedor de “toda clase de cosas”. La palabra “fate”, en inglés, significa “destino”. Muy sugestivo, ¿no? Éste extraño personaje se acerca al borracho y, sin que este se percate de ello, coloca sobre el suelo un revolver a pocos centímetros de su mano. El ebrio se levanta y, extrañado, toma el arma; para luego levantarse con dificultad. En ese momento sale una de las chicas del “Saloon”, con su infaltable atuendo de mesera del oeste, quien se le acerca condolida por la situación en que lo ve. Le extraña verlo armado y el hombre le explica que halló en revolver en la calle. “De seguro alguien lo perdió”, comenta. No creo que nadie pierda una cosa así, a menos que haya sido muerto o sea algo del “destino”. Respondiendo a una pregunta de la chica, él le cuenta las causas por las cuales había caído tan bajo. Había sido un gran pistolero, uno de los mejores. Tanta era su fama que, casi todos los días, venía alguien a desafiarlo; siendo el resultado invariable: El otro resultaba muerto. Un buen día alguien vino a desafiarlo y, como siempre, él venció. Resulta que esta vez se trataba de un muchacho de diez y seis años. Después de ese día comenzó a beber para dominar los nervios, cosa que lo condujo irremediablemente a ser el borracho del pueblo. Los pendencieros vuelven a salir y comienzan de nuevo a burlarse de él. Se acerca a la puerta del “Saloon” y allí le ofrecen de nuevo un trago “si canta”. Nadie había reparado en el arma que portaba descuidadamente en la mano derecha. La muchacha le pide al jefe de los pendencieros que dejara en paz al pobre borracho y aquél le increpa duramente, indicándole que no se inmiscuyera en el asunto. El “bartender”, con su infaltable chaleco, se asoma detrás de las puertas batientes y también le dice unas palabras en el mismo tenor; pero el “guapo” patea violentamente dichas puertas. En ese instante repara en el arma que portaba el borracho. Inmediatamente lo desafía mientras que el señor Henry J. Fate, al otro lado de la calle, hace un gesto muy significativo. El borracho le ruega que no lo rete y comienza a manipular descuidadamente el revolver, de cual se escapa un disparo que arranca el arma de la mano del otro justo unos instantes después de haberla desenfundado. Queda sorprendido y, la chica, para evitar males mayores, invita al Benton a ingresar al “Saloon”; apoyada por el “bartender”, quien aún permanecía detrás de las puertas batientes. Ya adentro le ofrecen un trago, pero entra el jefe de los pendencieros en busca de lo que consideraba la revancha. Otra vez Benton le pide que no lo rete; pero el otro desenfunda y, bajo la mirada significativa de Henry J. Fate, quien permanecía silencioso a las afueras del Bar – justo detrás de las puertas batientes -, se le escapó un disparo después de un manejo descuidado del arma. El proyectil rompió la cadena que sostenía una lámpara colocada justo sobre el jefe de los pendencieros, a quien le cayó el artefacto encima. Todos se quedaron sorprendidos y Benton se acercó al caído, a quien abofeteó cuando se puso de pie mientras le decía “esto es por haberte burlado de mí”. Todos comenzaron a tratarlo con respeto y hasta decirle “señor Benton”. Le ofrecieron tragos, pero él abandonó el lugar diciendo que “iba a rasurarse”. Cuando caminaba en dirección al “Barber Shop”, situado justo al frente del “Saloon”, la mesera lo alcanza y conversan de nuevo. Benton le dice que debe rasurarse porque siente que todo volverá a ser como antes y “quiere estar preparado para cuando le toque”. Se refería precisamente a su muerte. En una escena posterior, algo aislada de la acción principal, aparece intentando disparar contra una lata colocada sobre una cerca. Su tembloroso pulso le impide atinar. En la noche, solo en su casa, recibe la visita de dos jóvenes; quienes afirman haber escuchado que era un excelente tirador. Le invitan a las diez de la noche del siguiente día a enfrentarse en el “Saloon” con el pistolero rápido que los había enviado. Comenzó a rogarles, con el fin de evitar un enfrentamiento, pero se detuvo repentinamente. Había comprendido que era inútil hacerlo. Les dijo que aceptaba el reto y estaría puntual en el lugar convenido. Los jóvenes se retiran y se queda sumido en profundos pensamientos, hasta que un ruido en la calle llama su atención. Se trataba del señor Henry J. Fate, quien estaba hurgando una caja al lado de su carreta. Benton va en su busca. A acercarse aquél se presenta. Le dice después que vende de todo: Telas, ropa, linimentos y concluye una regular lista con un sugestivo “y pociones mágicas”. Después le ofrece una poción, sin costo alguno, que tiene la particularidad de concederle “por sólo diez segundos después de haberla tomado” una puntería perfecta. “Podría acertar a una moneda de Dólar a cincuenta metros”, concluye. Afirma, además, que puede probarla y le indica un lejano farol. El incrédulo Benton toma un sorbo de la poción y de un certero disparo apaga el farol sin haber transcurrido siquiera cinco segundos. Antes de despedirse el señor Fate le recuerda que debe enfrentarse a su “fate” (destino) e insiste en que debe tomar la pócima diez segundos antes de disparar. A las diez de la noche del siguiente día estaba en el “Saloon”, el cual estaba colmado de curiosos. Había llegado con adelanto a la cita. Un médico, con gesto grave, esperaba con su maletín sentado a una mesa cercana a un extremo de la amplia barra. Entra el retador, quien es un joven que parece más bien el hijo bonachón de un ranchero que un pistolero avezado (encarnado por un también jovencísimo Doug McClure; quien también fue un reconocido actor secundario y protagonista de muchos “Westerns”). Después de un breve diálogo, Benton toma su pócima y observa que su contrincante hace otro tanto. Sin salir de su sorpresa dispara y el otro hace lo mismo al instante. Ambos quedan heridos en las manos que empuñan los revólveres. El médico los revisa y diagnostica que nunca más podrán usar armas, pues sus manos quedaron dañadas. Se retira el retador; quien sorprende a sus compañeros, que lo esperaban afuera, al contarles el resultado de la justa. Benton reconoce que enfrentó su destino y salió bien, pues no tendría la necesidad de enfrentarse más nunca a nadie en duelo de pistoleros. ¿Qué les pareció el argumento? A mí me pareció buenísimo, a pesar de nos ser muy amante del tema “Western”.

Rubén E. Rodríguez M.

No hay comentarios:

Publicar un comentario