domingo, 12 de septiembre de 2010

A propósito de los señalamientos del señor Stephen Hawking.

A propósito de los señalamientos del señor Stephen Hawking en su libro más reciente quiero hacer unos comentarios, parte de los cuales utilicé antes para intentar infructuosamente hacer ver los “puntos flacos” del razonamiento de un ateo. Pero el hecho que él no los haya visto no invalida en ninguna manera la pertinencia de dichos comentarios. Conviene recordar lo más importante de los citados señalamientos, publicado por REUTERS en una reseña del 02/09/2010:
"Dado que existe una ley como la de la gravedad, el Universo pudo y se creó de la nada. La creación espontánea es la razón de que haya algo en lugar de nada, es la razón por la que existe el Universo, de que existamos", escribe Hawking.
"No es necesario invocar a Dios como el que encendió la mecha y creó el Universo", añadió.
La soberbia de algunos científicos es algo de lo que no puedo dejar de sorprenderme. Este asunto de los límites del raciocinio es algo precisamente en el cual trabaja la gravedad: se cae por su propio peso. Pero algunos científicos son como los maridos engañados: son los últimos en darse cuenta. Quería desde hace días abordar este tema de palpitante actualidad, aunque un tanto ahogado en mi país en virtud a la abyecta aberración del sistema político que una verdadera minoría en nuestro nefasto gobierno ha estado tratando de imponernos por casi once años. Muy pocos ven más allá del día a día, con honrosas excepciones, golpeados por la inmisericorde realidad que nos rodea. Pero ayer la cotidianidad misma se encargó de darme las herramientas con las cuales complementar mis ideas mediante el simple hecho de distribuir un monto en los porcentajes de 30 y 70. Cuando apliqué las fórmulas estándar del cálculo de porcentajes, la suma de los montos distribuidos arrojó un total ligeramente inferior al cien por ciento. ¿Qué hice para corregir la suma? Un simple PQC (“p’a que cuadre”) hablando contablemente: calculé el 30 por ciento y el setenta restante lo obtuve restando del total inicial el resultado anterior, procedimiento perfectamente válido aunque no perfectamente exacto; pues los porcentajes calculados tenían una parte decimal más larga que las dos cifras usuales. El lector se preguntará “¿a dónde querrá llegar?” Muy simple: a recordar (no demostrar) que los números son discontinuos y, sin importar la exactitud de nuestros cálculos y la inclusión de conjuntos de números que “llenen todos los huecos”, siempre se quedará algo “por fuera” cuando cotejemos nuestras representaciones numéricas de hechos de la naturaleza con la realidad. De esto se puede inferir que cualquier explicación matemática dejará necesariamente “cosas por fuera”. Parece que algunos científicos olvidan este “pequeño” detalle gracias a esa soberbia de creer que lo saben todo o de que alguna vez lo sabrán todo. ¡Qué tanto jactarse de la ciencia cuando su resultado más bien se ha orientado a aumentar nuestro confort y se ha quedado tan corta en su afán de entender cabalmente el Universo! Claro, en su búsqueda del confort se incluye la salud como punto muy importante. Eso es bueno, pero la ciencia no ha logrado – a despecho de su supuesto y tan cacareado conocimiento – ponerle un punto final al terrorismo, al narcotráfico, a los malos gobiernos, a la corrupción, a la delincuencia, a las guerras, a la polución y a esa gran cantidad de calamidades que aquejan al mundo moderno. Ha producido confort, pero a la vez – en virtud del efecto “Frankestein” – han venido aparejados ciertos “daños colaterales” que nos hacen reflexionar sobre sus limitaciones. ¿Por qué – en paralelo con el aumento del confort – hay tantas tribulaciones en el mundo moderno? Particularmente no soy partidario del “Zero Growth”; más bien abogo por un equilibrio, un camino medio, que nos permita progresar. Pero ¿por qué tantas tribulaciones? Precisamente porque la ciencia busca aumentar nuestro confort a través de la visión reducida que brinda la racionalidad. Hay muchas cosas que se le escapan, precisamente porque sus limitados principios y su alcance, basados en la lógica, son utilizados para entender y utilizar algo que está mucho más allá de la lógica: el Universo. Éste ya existía desde hacía mucho tiempo cuando la ciencia dio sus primeros pasos, por lo tanto, no fuimos nosotros sus creadores. Al no serlo, parece una perogrullada afirmar que la lógica humana no fue utilizada para su creación. O sea, el Universo no tiene por qué ajustarse al raciocinio del hombre porque la mente que lo creó no es humana... porque alguien lo creó. No vamos a caer en el facilismo – una forma elegante de dar nombre a la acción de “escurrir el bulto” - de afirmar “que se creó solo” porque no vimos cuando se creó. Si es así, podríamos tranquilamente afirmar que la Torre Eiffel se construyó sola... Quiero añadir después de todo lo anterior que muchas elucubraciones no llevan a nada. Mucho pensamiento y poca acción. Es más, llama mucho la atención que a través del raciocinio puedan suceder cosas como la siguiente: Cuando se cae en la falacia ad ignorantiam de demostrar que Dios no existe usando como prueba que es imposible demostrarlo y luego se afirma que funciona también en sentido contrario (así es, de hecho). Esto nos debería mover a reflexionar si el instrumento que estamos usando para “adquirir” conocimientos necesita “algo más”. Sucede que sí hay “algo más”, pero estamos tan deslumbrados por la Razón que no vemos más allá... Einstein alguna vez dijo que si en un plano no podía conseguirse la solución a un problema, se intentara en el plano superior... ¿Cómo podemos intentarlo si creemos a pie juntillas que la Razón es el único camino para obtener conocimiento? Hay gente que se ha dado cuenta de esto y ha comenzado a modificar los paradigmas educativos para darle cabida también al hemisferio derecho del cerebro...
Con el ánimo de complementar todo lo anterior, y para que se tenga idea de que las ideas expresadas por el señor Stephen Hawking en su más reciente libro no pasaron inadvertidas en medio de la vorágine política y social que aqueja actualmente a Venezuela, haré unas citas muy ilustrativas tomadas del artículo “El lamentable error de Stephen Hawking“, de Oswaldo Pulgar Pérez, publicado el 09/09/2010 en el diario “El Universal”:

<< No se entiende cómo de la existencia de la gravedad se puede deducir que el mundo se hizo a sí mismo. Eso es tan ilógico como decir que como existen leyes de tránsito, ellas se han confeccionado a sí mismas y además originan -sin intervención de nadie- nuevas leyes.

"Esto ocurre -dice Potter- porque los científicos se encierran cada vez más en sus especializaciones. Uno sabe mucho de las células de la mano, otro sabe casi todo de las escamas del cocodrilo, otro se dedica producir un arroz supernutritivo.

Dice Maxwell: "Una de las pruebas más difíciles para una mente científica es conocer los límites de su propio método". Por Ej. El método de la física trata de los aspectos cuantitativos de los cuerpos en movimiento. Consideremos el asesinato. La acción -coger un cuchillo y clavárselo a otro- puede ser descrita en términos cuantitativos: el tamaño del cuchillo, la profundidad de la herida, y el momento exacto en que expiró la víctima.

Sin embargo, estos datos no nos permiten saber si la persona muerta era inocente, si la acción fue moralmente lícita o ilícita o si el asesino sintió remordimiento.

La ciencia no puede explicar los aspectos cualitativos: ¿Qué es esto? ¿Por qué existe? ¿Quién lo hizo? ¿Para qué sirve? Eso le corresponde a otra ciencia: la filosofía, porque ese es su objetivo específico.

Todo conocimiento científico es verdadero pues no se puede hacer ciencia de lo falso. Pero eso no quiere decir que todo conocimiento verdadero haya de ser científico. Una cultura positivista como la nuestra, construida sobre bases científicas, tiene a creer que lo que no se puede demostrar con la ciencia, no existe.

La prudencia y la humildad son virtudes necesarias para un científico. Razón tiene Paúl Johnson cuando dice que los hombres somos muy soberbios. "Si un Premio Nobel de Física dice algo, incluso si no está relacionado con su campo específico de estudio, enseguida sale en la prensa.

“Puede hablar de cuanto existe bajo el cielo, puede incluso decir tonterías, pero diga lo que diga, uno tiende a dudar de sí mismo antes que de las declaraciones de un Nobel". (Jaki).

Señor Hawking: usted no puede mezclar ciencia y religión porque son conocimientos distintos. Con sus ecuaciones no puede afirmar ni negar la intervención de Dios. Se le escapa como un jabón mojado de las manos. Hable de lo que usted sabe, que no es poco y absténgase de confundir a quienes no han tenido -como usted- la oportunidad de estudiar. >> [Las cursivas son nuestras y su intención es destacar los puntos de mayor relevancia]. [Nota: en este BLOG no aparecen dichas cursivas. Corregir este "pequeño" detalle requerirá familiarizarme un poco más con el BLOGGER.]

Quisiera felicitar al señor Oswaldo Pulgar Pérez por su acertada exposición, de la cual principalmente la frase “La ciencia no puede explicar los aspectos cualitativos” debería hacer reflexionar muy seriamente a cualquiera con sinceras inquietudes intelectuales. Porque precisamente la ciencia es cuantitativa y deja afuera todo lo demás... que no es poco. Claro, en estos casos “de excepción” (¿en realidad serán de excepción?) se echa mano a las estadísticas; herramienta muy imperfecta a tal efecto... precisamente por participar en mucha medida de ese aspecto cuantitativo... En cuanto al colofón del artículo, sólo me resta decir touchè!

Nota: La Falacia ad ignorantiam es un razonamiento en el cual se pretende defender la verdad o falsedad de una afirmación por el hecho que no se puede demostrar lo contrario. La Falacia ad verecundiam es un razonamiento o discurso en el cual se defiende una conclusión u opinión no aportando razones sino apelando a alguna autoridad, a la mayoría o a alguna costumbre.

Rubén E. Rodríguez M.
V-3.552.976.

No hay comentarios:

Publicar un comentario